El joven panameño no es por naturaleza ni violento ni conflictivo, tampoco refleja en su alma rencores ni odios. No obstante, la falta de padres, abuelos, tutores, amigos o maestros dedicados a su formación, los deja con pocas alternativas que los lleve a cultivar valores e ideales.
La educación en Panamá debe mejorarse en ese sentido, y el Estado, junto con los gobernantes, educadores y padres de familia, debe ser el apoyo de los estudiantes para que no busquen ese sostén en amigos y personas de la calle que, poco a poco, los convierten en jóvenes infractores.
Una vez entra en el mundo de la delincuencia, es difícil que un adolescente pueda salir sin ayuda profesional, porque ese bajo mundo se constituye en su nueva familia. Es así como nacen las pandillas, maras u otros nombres que damos a esas asambleas de jóvenes, carentes de apoyo familiar, de la sociedad y del Estado.
Los gobiernos de ayer y de hoy prometen una “estrategia integral” en materia de seguridad para solucionar el problema de la delincuencia juvenil, mayormente enfocada en el castigo y no en la prevención. Enfrentar ese problema de manera integral requiere que todos trabajemos fuertemente en su solución. Es necesario crear, en todas las comunidades del país, programas que permitan a los jóvenes participar en el arte, la cultura, el deporte y la recreación.
Como aporte a este enfoque, desde la década de 1970, un grupo de jóvenes amantes de la naturaleza, de la siembra y del terruño como Carlos Enrique Landau, Luis Ríos, Camilo Brenes, Franklin Anguizola y Gloria de Anguizola, Pedro Detresno, Demetrio Miranda, Egberto Anguizola y la que les escribe hoy, entre muchos otros, emprendimos una cruzada para despertar la conciencia ciudadana, para que los jóvenes chiricanos conocieran, amaran y defendieran los bellos parajes naturales con los que esta provincia fue bendecida.
La naturaleza pródiga de nuestra provincia chiricana tiene sitios donde los hombres, mujeres y jóvenes pueden encontrar incentivos para el cultivo no sólo del espíritu, sino de la conciencia, del trabajo, y de la solidaridad.
Entre varios exquisitos sitios, resalta el muy conocido Sendero los Quetzales, objeto de valiente lucha iniciada por los chiricanos, respaldada por una gran cantidad de ambientalistas, escritores, poetas, estudiantes de toda la república, quienes con sus intervenciones se sumaron a nuestro clamor y juntos logramos detener la construcción de la mal llamada “carretera ecológica”, segura precursora de la destrucción total de este frágil ecosistema. Nos llamó poderosamente la atención la cantidad de jóvenes que participó; muestra indiscutible de que nuestra juventud está deseosa de que se le tome en cuenta, lo que falta son programas o cruzadas como esta, en los que ellos puedan involucrarse.
La carretera asfaltada no se hizo, pero era imprescindible reconstruir el camino pedestre, darle mantenimiento y mejorarlo. El ex presidente, Martín Torrijos, al inicio de su mandato, anunció su reconstrucción. Pasaron los cinco años de su gobierno y, a pesar de nuestras peticiones, nada se logró. Hoy este hermoso camino pedestre se encuentra abandonado y clausurado por falta de mantenimiento, y por los aludes con lluvias torrenciales que malograron el sendero en los dos últimos años.
¡Qué lástima! Como país invertimos enormes sumas de dinero a nivel internacional para atraer el “turismo ecológico” y cuando llegan los turistas encuentran que el más importante atractivo ecológico del país, (según Lonely Planet ), está clausurado.
No sólo para los turistas extranjeros debemos reconstruir este y muchos senderos más. Urge, por nuestros hijos, y jóvenes de todos los estratos sociales, fomentar en nuestro país el “senderismo”; deporte, que a bajo costo, brinda múltiples beneficios para la juventud, ya que además de ejercitar su cuerpo en una actividad sana, paralelamente se fortalece la conciencia de protección al ambiente y se aprende sobre geografía del país, de la biodiversidad de sus zonas y de los ecosistemas.
Esta es una actividad que favorece la salud del ciudadano y que lograría alejar a jóvenes sin rumbo de actividades que los arrastran a los antros de perdición que, como todos sabemos, son “semilleros de las bandas y la maras” que tanto tememos y queremos evitar.
Sr. presidente Martinelli, pongámonos las “zapatillas verdes” iniciando una red de senderos en todo el país para el disfrute y usufructo de todos los jóvenes, y de todos los locos que aún tenemos alma de niños, empezando ya por la reconstrucción del insigne Sendero los Quetzales, entre Cerro Punta y Boquete.
Este sería uno de los importantes logros de su gobierno que ayudaría al mejoramiento de la educación espiritual y física del panameño.
Licenciada Nixa Gnaegi de Rios
Rectora
Universidad Tecnológica Oteima