Palabras de la Licenciada Ada Chavéz en la innaguración del árbol del libro……..
OBJETIVO DEL ÁRBOL DEL LIBRO
Por: Profesora Ada Chávez
El Árbol del Libro busca promover el hábito de la lectura, en consecuencia, el de la escritura. Entonces nos preguntaremos para qué leer. Pensando en esto, me permito extraer algunos fragmentos de un ensayo de Pedro Salinas; los cuales justifican claramente la necesidad de leer.
El ensayo se llama «El hombre se posee en la medida que se posee su lenguaje», dice así:
“No habrá ser humano completo; es decir, que se conozca y se dé a conocer, sin un grado avanzado de posesión de su lengua. Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce, expresando lo que lleva adentro, y esa expresión sólo se cumple por medio del lenguaje. Hablar es comprender, y comprenderse es construirse a sí mismo y construir el mundo. En realidad, el hombre que no conoce su lengua vive pobremente, vive a medias, aún menos. ¿No causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna en vano, por dar con las palabras, que al querer explicarse, es decir expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a trompicones, dándose golpazos, de impropiedad en impropiedad, y solo entrega al final una deforme semejanza de lo que hubiese querido decirnos?
Esa persona sufre como de una rebaja de su dignidad humana. No nos hiere sus deficiencia por vanas razones de bien hablar, por ausencia de formas bellas, por torpeza mecánica, no. Nos duele en lo humano; porque ese hombre denota con sus tanteos, sus empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia de la lengua, que no llega a ser completamente, que no sabremos nosotros encontrarlo.
Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la expresión. Una de las mayores penas que se conocen es la de encontrase con un joven, fuerte ágil, curtido de los ejercicios gimnásticos; dueño de su cuerpo, pero cuando llega el instante de contar algo, de explicar algo, se transforma de pronto en un baldado espiritual, incapaz de casi moverse entre sus pensamientos, ser precisamente contrario, en el ejercicio de las potencias de su alma, a lo que es en el uso de las fuerzas de su cuerpo. Podrían aquí salir los defensores de lo inefable, con su cuento de que lo más hermoso del alma se expresa sin palabras. No lo se. Me aconsejo una cierta precaución ante eso de lo inefable. Puede existir lo más hermoso del habla de un alma sin palabras, acaso. Pero no llegará a formar forma humana completa; es decir, convivida, consentida, comprendida por los demás.”
Entonces podemos decir que ese dominio de la lengua se logra por medio de la lectura.
¿Cómo se llega a la lectura?
A la lectura se llega por el placer, es cierto; por el gusto de la lectura, no aquella lectura obligada para aprobar un examen o un curso. Empezamos a leer por placer, y de hecho sería deseable que ese placer no nos abandonara nunca. Pero llega un momento en que el placer en sí mismo parece insuficiente y hay que plantearse la lectura como una fuente de conocimiento, que a su vez es una nueva fuente de placer.
Replanteamos la pregunta inicial: ¿Para qué leer?
Respuesta: Leer para gozar, leer para conocer, leer para comprender, leer para crecer como ser humano. Eso es dolorosamente necesario en un país donde la lectura todavía parece un lujo prescindible. Un país que no lee es un país inmaduro, un país donde la gente no sabe dialogar porque no sabe comprender.
Es decir, un país a medio civilizar, por más ordenadores per cápita que tenga. Yo los invito a soñar en un país donde la lectura nos lleve a la comprensión y al conocimiento. Es decir, a la verdadera libertad. Un país donde el individuo conozca y respete profundamente al otro: al que no tiene su color de piel, al que no piensa como él, al que no habla como él.
Por favor, lee y sueña, para que el conocimiento nos haga verdaderamente libres y civilizados.