Todos los días los trabajadores que pasan hacia el vertedero de basura de David ven un par de equipos que flotan sobre una fétida laguna y que a ellos les parecen naves espaciales.
“Flotan, se mueven por la laguna sin cables y no se escucha ruido de motor”, dice Raúl, uno de los curiosos. El lugar no es más que la laguna de oxidación, donde decantan las aguas servidas de gran parte de la ciudad y por supuesto que no se trata de nave espaciales.
En realidad son dos “oxigenadores” que funcionan con paneles solares, explicó Rodrigo González, director regional del Instituto Nacional de Acueductos y Alcantarillados, ente responsable del proyecto de saneamiento de la laguna de oxidación de David.
“Los paneles solares les dan energía para que floten en forma autónoma por la laguna moviendo las aguas y que estas así se oxigenen y mantengan con vida a las bacterias y algas que procesan las aguas servidas”, explica González.
Roberto Marín, Yesenia González y Pedro Gallardo son dos investigadores de la Universidad Tecnológica Oteima que están documentando ejemplos de uso de energías alternativas en el país.
Usar energía solar para descontaminar una laguna que por décadas ha torturado a los chiricanos les parece una aplicación novedosa e hicieron un alto en sus ocupaciones para registrar este ejemplo un su mapa interactivo de energías renovables.
“Las energías alternativas están dando solución a muchas industrias y comunidades apartadas, por eso decidimos crear este mapa que registra los ejemplos de nuevas tecnologías. Creemos que de esta manera la comunidad puede informarse para implementarlas en sus fincas, empresas y viviendas”, señaló Yesenia González.
El mapa está a la disposición del público en la página web de esa institución educativa (https://www.oteimauni.dev/nueva/index.php/mapa-de-sitio/).
El registro empieza a crecer, pero queda mucho por hacer. Pedro Gallardo está a cargo de levantar el inventario de paneles solares que existen en la comarca Ngäbe Buglé.
“Estimamos que hemos registrado el 20% de los ejemplos de energía alternativa que hay en el país”, dice gallardo.
En los últimos dos años los investigadores se han topado con ejemplos de fincas lecheras que usan las heces de los cerdos para producir gas metano o en la industria de la caña en la que se aprovecha el bagazo para ahorrar combustible en las calderas.
“En Bocas del Toro vimos un curioso carro cuyo dueño se dedica a la venta de refrescos y sus equipos funcionan con energía solar”, explicó González.
ACCESIBLE
Hace ocho años un panel solar de 100 vatios, para generar energía eléctrica, tenía un costo de mil dólares; hoy puede encontrarse por menos de la mitad.
Franklin Aguirre, quien trabaja para una empresa que vende módulos solares, asegura que con las nuevas tecnologías los costos han disminuido.
“Tenemos un equipo especial para los maestros. Vale 265 dólares y puede llevarse en un maletín. Incluye tres paneles plegables de 30 vatios y un transformador que permite conectar celulares y pequeños dispositivos para recargarlos.
Los precios y equipos van desde una lámpara, con su panel de 10 vatios a 40 dólares, hasta un panel de 125 vatios que cuesta 595 dólares.
La lamparita de 40 dólares ofrece cinco horas de luz. Los fabricantes la hicieron idéntica a una guaricha (lamparita de queroseno).
“Encontramos turistas residentes en zonas alejadas que solo quieren cargar su computadora, su celular y tener luz y para ellos los equipos son atractivos”, explicó.
Hacen falta más especialistas
La presencia de nuevas soluciones tecnológicas para las comunidades apartadas implica otros problemas, entre estos uno notorio y a la vez crucial: la falta de mano de obra calificada.
Yesenia González, investigadora de la Universidad Tecnológica Oteima, de Chiriquí, señala que urge la creación de más carreras relacionadas con la ingeniería aplicada a las energías alternativas.
Esto es necesario para que pueda haber personal debidamente capacitado en la reparación, mantenimiento y adaptación de los generadores a los dispositivos que servirán para facilitar la vida en las comunidades.
“Necesitamos capacitar a nuestros docentes, de esta forma la energía alternativa crecerá, será más conocida y nuestra gente dejará de ver máquinas movidas con esta tecnología como naves espaciales”, explica González.