DISCURSO DE GRADUANDOS
Señores…
– Ingeniero Luis Ríos Espinosa, Presidente del Consejo Directivo de la Universidad Tecnológica Oteima,
– Lcda. Nixa Gnaegi de Ríos, Rectora Magnífica de la Universidad Tecnológica Oteima,
– Doctor Gregorio Urriola, Orador invitado
– Doctor Rusell Mullen, Decano de la Facultad de Agricultura de Iowa State University
– Distinguidas Autoridades de la Universidad Tecnológica Oteima e Invitados Especiales
– Graduandos de la Promoción 2009
– Damas y caballeros
Buenas noches.
Constituye para mí un motivo de singular orgullo, el hecho de que en mi calidad de estudiante extranjera perteneciente a la Promoción de graduandos 2009 se me haya brindado la oportunidad de dirigirme a ustedes tomando la vocería de mis compañeros en esta ocasión tan especial; me siento halagada y profundamente motivada por ello. Como egresada de la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá, donde recibí formación en Psicología y Pedagogía, agradezco a la Rectora magnífica de la Universidad Tecnológica Oteima, Licenciada Nixa Gnaegi de Ríos su fina deferencia.
Panamá no es mi patria; no obstante luego de haber conocido a sus hijos, es decir los integrantes de su sociedad y de haber percibido sus valores, no me queda más qué decir que se trata de un lugar en el cual cualquier persona hubiese querido nacer. Es el sitio que he escogido para que mis hijos se formen como personas de bien y para que, con la debida dispensa gubernamental, retribuyan esa formación en un futuro cercano. A Panamá le debo infinita gratitud por abrirme sus puertas con generosidad y dejarme concretar día tras día mis posibilidades de radicarme permanentemente en este territorio. Por estas razones y por el hecho de haberme formado como docente universitaria en el seno de una Institución de Educación Superior panameña, me siento altamente comprometida con el destino de este país y en deuda con él en materia de aportes constructivos; no dudo de que, conservando una posición respetuosa y si considerara pertinente hacerlo, en el momento oportuno tendré la libertad de formular iniciativas que propendan por el desarrollo y mejoramiento de la educación,
Quisiera reconocer en todos y cada uno de mis compañeros graduandos el mérito de haber alcanzado hoy esta meta individual gracias a la dedicación e innumerables sacrificios; verdaderos esfuerzos que no son otra cosa que las manifestaciones del sentido de responsabilidad y la valoración que se hace de la oportunidad que se nos presenta para apropiarnos de los saberes. El reconocimiento debe hacerse extensivo a nuestras familias, cuyo apoyo y soporte han sido tan indispensables como valiosos para que lográsemos ser protagonistas en esta fiesta de investidura. Gracias por aceptar las ausencias de manera comprensiva y solidaria, y por acompañarnos de muchas maneras en esta etapa de crecimiento personal y profesional. Gracias por el amor y la fe en nosotros.
De la Universidad Tecnológica Oteima nos estamos llevando en esta fecha inolvidable y para siempre, una formación fundamentada en una concepción integral de la educación que persigue mucho más que la excelencia académica. En pos de ella, podría decirse que transitamos por la Institución participando activamente en nuestra preparación para dar respuesta exitosa a las demandas del siglo XXI, viviendo, definiendo y liderando los cambios que se presenten; me parece muy significativo el hecho de que, junto con los conocimientos y experiencias que hacen parte de nuestro equipaje perenne, hemos atesorado e incorporado los más importantes valores que orientan y dan sentido a nuestras vidas.
Considero que es la formación en valores que imparte la Universidad, la que permite que el egresado posea un perfil con particular sensibilidad humana, el cual le confiere elementos para aprender a convivir.
No podríamos haber logrado aprendizajes ni disfrutado del proceso de alcanzarlos, si no hubiésemos tenido la fortuna de contar con esa lujosa nómina de profesores, quienes nos hicieron beneficiarios de sus conocimientos y verdades. Personalmente recibí el obsequio de su dedicación y paciencia, en la virtualidad la mayor parte del tiempo, aunque también tuve la fortuna de relacionarme con ellos en breves encuentros presenciales que sirvieron para propiciar lo que percibí como cercanía. Experimenté su sentido de justicia al evaluar, pero también me percaté de que la exigencia académica está presente en la cotidianidad de su quehacer. Gracias por el inmenso respeto demostrado a sus estudiantes como personas, respeto al ritmo de trabajo, a las producciones de cada uno y a las diferencias individuales. Es imposible no recomenzar, mejorar o perfeccionar una tarea cuando el profesor formula los resultados de la evaluación tan comedida y asertivamente que el estudiante dispone su ánimo para concentrarse en lo que podrá lograr, depurando la experiencia adquirida en los intentos realizados; sin considerarla una pérdida de tiempo o energía la asume como un conocimiento ventajoso.
En esta noche de orgullo y regocijo para quienes estamos aquí reunidos, me encantaría propiciar un espacio de reflexión en torno a la importancia del título que la Universidad se dispone a otorgarnos, pues él constituye la más seria convocatoria que la vida, la familia y la sociedad nos hacen para que nos vinculemos decidida y activamente en la construcción del mundo en el que nos ha correspondido vivir. Somos seres privilegiados por hacer parte del segmento de población que tiene acceso a la formación y educación de calidad; al tomar conciencia de que esta es una oportunidad infortunadamente reservada a las minorías, tenemos la obligación de TRASCENDER. He escrito intencionalmente esta palabra con letras mayúsculas porque considero que, mediante el ejercicio de la profesión se pone al descubierto la calidad humana, dejando en evidencia como en ningún otro escenario la formación y características personales. El reto es entonces, dejar huella en nuestra trayectoria profesional como modelos de personas, dignos de imitar; si preferimos plantearlo de otra forma, trabajemos para ser recordados como personas que hicimos del ejercicio de nuestra profesión un modelo de probidad. Y es que a partir de hoy, compañeros graduandos, cambiarán nuestras relaciones con la sociedad porque en adelante será esta la que evalúe nuestro quehacer y por lo tanto estaremos siendo observados muy de cerca no sólo como profesionales sino como personas y ciudadanos. Comportamientos, actitudes y decisiones, entre otros, influirán en el resultado de la valoración condicionando la construcción de un prestigio y un nombre de reconocimiento.
Ante este panorama, cada uno de nosotros es depositario de una gran responsabilidad. Como decía sabiamente el libertador Simón Bolívar: “Las naciones marchan hacia su grandeza al mismo paso que avanza su educación”.
Ha llegado el momento de poner al servicio de la sociedad la educación y el conocimiento que recibimos pues no basta con trabajar en la edificación de nuestro porvenir y logros personales: se impone que generemos oportunidades para que ante los demás se abran caminos y que a su vez ellos obtengan sus propios logros; es posible esperar en consecuencia, un impacto positivo en la sociedad. Esto es especialmente válido para quienes un día optamos por cursar la Maestría en Docencia Superior y ahora sopesamos los alcances de nuestra participación en la construcción del tejido social del país. Considero que educar con el ejemplo podría ayudar a priorizar las tareas y a que la ética sea el común denominador en todos nuestros actos; la generosidad al compartir el conocimiento debe ser un atributo del docente que orienta su gestión al éxito, en especial cuando se tiene la certeza de que el estudiante universitario, próximo a posicionarse en el mercado laboral, tiene como ningún otro el potencial para constituirse en el breve plazo en rector de los destinos del país. ¿Por qué no ser generosos con el conocimiento cuando asumimos como docentes que es incomparable la satisfacción que brinda el enseñar, y que además, mientras enseñamos estamos aprendiendo y rejuvenecemos cada día? Uno de los mayores compromisos que debemos asumir es el de actualizar permanente nuestros conocimientos, poniéndolos a tono con la evolución de los entornos tecnológicos, sociales o económicos. No tiene presentación que un docente de cualquier nivel permanezca rezagado en este sentido en la sociedad de la información y del saber, pero esta es una actitud que resulta totalmente irresponsable en un profesor universitario que se niegue a despojarse de saberes obsoletos y a incorporar otros nuevos al ejercer su profesión. En este orden de ideas y a la luz de mi experiencia personal, comulgo con quienes creen que la vida en su totalidad, es el período propicio para aprender; por eso exhorto a quienes estamos aquí reunidos, a mantener a lo largo de nuestra existencia una actitud de aprovechamiento de las oportunidades de aprendizaje que nos ofrece la sociedad y la vida misma, disponiéndonos adecuadamente para capturar y aprovechar dichas oportunidades.
“Hoy la nostalgia nos embarga al saber que como consecuencia del término de nuestra fase de aprendizaje, eventualmente tomaremos caminos diferentes; no obstante la misión a cumplir es un paliativo para tal tristeza: “diseminar por toda esta bella tierra la semilla del conocimiento”. Todos los graduandos lo haremos creyendo siempre en nuestras capacidades y poniendo un infinito amor en el ejercicio de la profesión que elegimos. Quienes optemos por la labor docente tras acreditarnos esta noche, trataremos de ser fieles al compromiso que engendran las palabras del historiador estadounidense Henry Brooks Adams “Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia”.
Finalmente quiero invitarles a soñar y a construir un país que sea cada vez más digno de nuestros hijos y de todos aquellos que ustedes y sus posteriores generaciones van a engendrar”. ¡Muchas gracias!